Assembleia diocesana do Clero | Intervenção de D. Fernando Valera Sánchez | Diocese Bragança-Miranda
LECTIO DIVINA Lc 5, 1-11
Iglesia Sinodal-Espiritualidad Sinodal
+Fernando Valera Sanchez, Bispo de Zamora
Inspirada por el Espíritu Santo, sólo este mismo Espíritu puede hacerla comprensible (cf. Dei Verbum, nº 12). Obra de suerte que el Espíritu Santo pueda descender sobre ti y que, con su fuerza, su dýnamis, retire el velo de tus ojos para que veas al Señor. Ese Espíritu que descendió sobre la Virgen María, cubriéndola con su sombra gracias a su poder para engendrar en ella al Verbo, la Palabra hecha carne, ese Espíritu que descendió sobre los apóstoles para introducirlos en la verdad entera, tiene que hacer lo mismo en ti: tiene que engendrar en ti la Palabra, tiene que hacerte entrar en la verdad. Lectura espiritual significa «lectura en el Espíritu Santo y con el Espíritu Santo» de las cosas inspiradas por el Espíritu Santo.
Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos a orillas del lago de Galilea. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos de su existencia. Así, la llamada junto al lago y la invitación a remar mar adentro apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo, en los pobres y en los que sufren. Tu Espíritu, nos haga comprender que la Iglesia es Sinodal y nuestra Espiritualidad Sacerdotal es Sinodal. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
“La mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (Rm 5,20). Nuestra fe es desafiada a vislumbrar el vino en que puede convertirse el agua y a descubrir el trigo que crece en medio de la cizaña. Un mayor realismo no debe significar menor confianza en el Espíritu ni menor generosidad” (EG 84).
I. LECTIO: Lee, Dios te habla (leemos el texto)
El texto no siempre es comprensible por entero y de buenas a primeras. Ten a veces la humildad de reconocer que has comprendido poco, nada incluso. Lo comprenderás más tarde. También esto es obediencia, y si todavía necesitas leche, no puedes aspirar a un alimento sólido (cf. 1 Cor 3,2; Heb 5,12).
Llegado a este punto, si has tenido cierta comprensión, rumia las palabras en tu corazón (la «rumia» de Casiano) y luego aplícatelas a ti, a tu situación, sin perderte en el psicologismo, en la introspección y sin acabar haciendo el examen de conciencia. Es Dios quien te habla, contémplalo, por ti mismo. No te dejes paralizar por un escrupuloso análisis de tus límites y de tus deficiencias ante las exigencias divinas que la Palabra te hace descubrir.
La pesca como contexto de llamada y misión en la Iglesia. La barca signo de la Iglesia, comunidad sinodal. La adhesión a la fe lleva a la misión, es decir, a entrar en la comunidad instituida por Jesús para la difusión del Reino. Parece que Lucas quiere ya, en este pasaje, presentar a la Iglesia que vive la experiencia post-pascual del encuentro con Jesús resucitado (Cf. Jn 21, 1ss). Jesús escoge una barca y escoge a Pedro y, desde la bar a, llama a continuar su misión: Rema mar adentro.
Lc 5, 1-11
Una vez que la gente se agolpaba en torno a él para oír la palabra de Dios, estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
No temas… tu serás pescador de hombres, es lo que el Papa Francisco en la oración de Vísperas el día dos de agosto en la JMJ de Portugal nos decía: Audaces en abrazar “el sueño de Dios y encontrar caminos para una participación alegre, generosa y transformadora, para la Iglesia y la humanidad”. El Señor nos ha salvado, nos ha llamado no por nuestras obras, sino por su gracia (cf. 2 Tm 1,9). Esto sucedió en la vida de los primeros discípu8los cuando Jesús, pasando, “vió dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban lavando las redes” (Lc 5,2). Entonces Jesús subió a la barca de Simón y, después de haber hablado a la multitud, cambió la vida de aquellos pescadores invitándolos a remar mar adentro y a echar las redes.
II. MEDITATIO: Medita, tú le preguntas
(Seguidamente meditamos con textos de la homilía del Papa Francisco en la oración de Vísperas del día 2 de agosto de 2023 en la JMJ de Portugal).
Una Iglesia Sinodal y una Espiritualidad Sacerdotal Sinodal, implica:
-En primer lugar, están los pescadores que bajan de la barca para lavar las redes. Esta es la escena que se presenta ante los ojos de Jesús y Él se detiene precisamente allí. Hacía poco que había comenzado su predicación en la sinagoga de Nazaret, pero sus compatriotas lo habían empujado fuera de la ciudad e incluso habían intentado matarlo (cf. Lc 4,28-30). Entonces Él salió del lugar sagrado y comenzó a predicar la Palabra entre la gente, en las calles donde las mujeres y los hombres de su tiempo se afanaban cada día. A Cristo lo que le interesa es llevar la cercanía de Dios, precisamente a los lugares y las situaciones donde las personas viven, luchan, esperan, a veces teniendo entre las manos fracasos y frustraciones, justamente como esos pescadores que durante la noche no habían sacado nada. Jesús mira con ternura a Simón y a sus compañeros que, cansados y amargados, lavan sus redes, realizando un gesto repetitivo, automático, pero también lleno de fatiga y resignación: no quedaba más que volver a casa con las manos vacías.
-"Temo al cansancio de los buenos". Un cansancio cuando nos parece que entre las manos sólo tenemos redes vacías. Es un sentimiento bastante difundido en los países de antigua tradición cristiana, afectados por muchos cambios sociales y culturales, y cada vez más marcados por el secularismo, por la indiferencia hacia Dios y por un creciente distanciamiento de la práctica de la fe. Y aquí está el peligro que entra la mundanidad.
-El riesgo es bajar de la barca y quedar atrapado en las redes de la resignación y del pesimismo. En cambio, confiemos en que Jesús continúa tendiendo la mano, sosteniendo a su amada Esposa. Llevemos al Señor nuestras fatigas y nuestras lágrimas, para poder afrontar las situaciones pastorales y espirituales, dialogando entre nosotros con apertura de corazón para experimentar nuevos caminos a seguir. Cuando estamos desanimados, conscientes o no del todo conscientes, nos "jubilamos", nos "jubilamos" del celo apostólico, lo vamos perdiendo, y nos transformamos en "funcionarios de lo sagrado". Es muy triste cuando una persona que ha consagrado su vida a Dios se transforma en "funcionario", en mero administrador de las cosas.
-"¿Quieres bajar de la barca y hundirte en la desilusión, o dejarme subir y permitir que sea una vez más la novedad de mi Palabra la que lleve el timón? A ti, sacerdote, consagrado, consagrada, obispo: ¿te conformas sólo con el pasado que tienes detrás o te atreves a echar nuevamente con entusiasmo las redes para la pesca?". Esto es lo que nos pide el Señor: que reavivemos la inquietud por el Evangelio.
-La Iglesia es sinodal, es comunión, ayuda recíproca, camino común. A esto tiende el Sínodo en curso, que tendrá su primer momento asambleario en el próximo mes de octubre. En la barca de la Iglesia tiene que haber lugar para todos: todos los bautizados están llamados a subir en ella y a echar las redes, comprometiéndose personalmente en el anuncio del Evangelio. Y no olviden esta palabra: todos, todos, todos. A mí me toca mucho el corazón cuando tengo que decir como abrir perspectivas apostólicas, aquel pasaje del Evangelio en el que no van a la fiesta de bodas del hijo y está todo preparado. ¿Y qué dice el señor, el señor de la fiesta qué dice? "Vayan a los confines y traigan a todos, todos, todos, todos: sanos, enfermos, chicos y grandes, buenos y pecadores. Todos".
-Las redes de los primeros discípulos, entonces, se convierten en una imagen de la Iglesia, que es una "red de relaciones" humanas, espirituales y pastorales. Si no hay diálogo, si no hay corresponsabilidad, si no hay participación, la Iglesia envejece. Quisiera decirlo así: jamás un obispo sin su presbiterio y el Pueblo de Dios; jamás un sacerdote sin sus compañeros; y todos unidos como Iglesia —sacerdotes, religiosas, religiosos y fieles laicos—, nunca sin los otros, nunca sin el mundo. Sin mundanidad, eso sí, pero no sin el mundo.
-En la Iglesia nos ayudamos, nos sostenemos mutuamente y estamos llamados a difundir también fuera un clima constructivo de fraternidad.
-San Pedro escribe que somos las piedras vivas empleadas para la construcción de un edificio espiritual (cf. 1 P 2,5). Quisiera agregar: ustedes, fieles portugueses, son también una "calçada", son las piedras valiosas de ese suelo acogedor y resplandeciente sobre el cual el Evangelio necesita caminar; ni una piedra puede faltar, de lo contrario se nota inmediatamente. ¡Esta es la Iglesia que, con la ayuda de Dios, estamos llamados a construir!
-Por último, la tercera decisión: ser pescadores de hombres. No tengan miedo.
-El Evangelio, en efecto, es un anuncio de vida en el mar de la muerte, de libertad en los torbellinos de la esclavitud, de luz en el abismo de las tinieblas. Como afirma san Ambrosio, «los instrumentos de la pesca apostólica son como las redes; en efecto, las redes no causan la muerte del que queda atrapado, sino que lo guardan con vida, lo sacan de los abismos a la luz» (Exp. Luc. IV, 68-79). Hay muchos abismos en la sociedad de hoy, también aquí en Portugal, en todas partes. Tenemos la sensación de que falta el entusiasmo, la valentía de soñar, la fuerza de afrontar los desafíos, la confianza en el futuro; y, mientras tanto, navegamos en la incertidumbre, en la precariedad, sobre todo económica, en la pobreza de amistad social, en la falta de esperanza. A nosotros, como Iglesia, se nos ha confiado la tarea de sumergirnos en las aguas de este mar echando la red del Evangelio, sin señalar con el dedo, sin acusar, sino llevando a las personas de nuestro tiempo una propuesta de vida, la de Jesús: llevar la acogida del Evangelio, invitarlos a la fiesta, a una sociedad multicultural; llevar la cercanía del Padre a las situaciones de precariedad, de pobreza que aumentan, sobre todo entre los jóvenes; llevar el amor de Cristo allí donde la familia es frágil y las relaciones están heridas; transmitir la alegría del Espíritu allí donde reinan la desmoralización y el fatalismo. Uno de vuestros poetas escribió: «Para llegar al infinito, y creo que se puede llegar allí, es preciso que tengamos un puerto, uno sólo, firme, y partir de él hacia lo Indefinido» (F. Pessoa, Livro do Desassossego, Lisboa 1998, 247).¡Soñamos la Iglesia portuguesa como un "puerto seguro" para quienes afrontan las travesías, los naufragios y las tormentas de la vida!
III. ORATIO: Ora, tú le imploras
Damos gracias a Dios por su Palabra que es siempre viva y eficaz, y, por medio de su Espíritu, puede devolver la vida a todo aquello que está en dinámica de muerte.
Supliquemos e intercedamos por todos aquellos que viven realidades de muerte y por los que dudan de la Palabra de Dios y de su poder.
- Mira el pan y el vino, es Cristo, su Cuerpo y su Sangre, y date cuenta que está ante ti, que sigue presente en la Eucaristía. Habla con él, pídele que te ayude a comprender este misterio del amor más grande, de su muerte, de su permanencia entre nosotros.
- Ponte en oración pidiendo comprender lo que el Señor realiza, suplicando que te sea concedido escuchar la invitación del Señor a no tener miedo a aventurarte en una red de comunión y sinodalidad.
- Contempla el lago de Galilea, Jesús en la orilla. No se puede comprender la entrega de la vida sin descubrir que es el extremo de ella está siempre Jesús y que en su nombre comienzas cada día a dar la vida.
- Lee el evangelio de Lucas fijándote en cada uno de los detalles que describe; no trates de querer leer más deprisa de lo que eres capaz de escuchar y mirar.
- Mira a Jesús y a los apóstoles, de nuevo sus caras de sorpresa ante lo que Jesús realiza; escucha a Pedro y reconócete también en sus palabras porque te cuesta dejar que el Señor te llame, te invite a la misión en la barca de la Iglesia. Al estilo de Jesús, a su modo, siendo Iglesia que dialoga y escucha; Iglesia cercana y abierta a las necesidades de los demás.
- Ponte junto a la barca, contempla como el Señor se te acerca y dialoga contigo. ¿Qué le dices? ¿Cuál es tu actitud?
- Presenta tu deseo de servir al modo de Jesús y como Iglesia, como Presbítero de la Iglesia que camina en BraganÇa-Miranda; en la comunión, en camino sinodal, haciendo actual el modelo de Jesús como servidor.
- Sólo en adoración, sólo ante el Señor se recuperan el gusto y la pasión por la evangelización. Y curiosamente, la oración de adoración la hemos perdido; y todos, sacerdotes, obispos, consagradas, consagrados, tienen que recuperarla, ese estar en silencio delante del Señor. La Madre Teresa, metida en tantas cosas de la vida, nunca dejó la adoración, aun en los momentos en que su fe tambaleaba y se preguntaba si era todo verdad o no.
IV: COLACTIO: compartimos la oración personal
ORACIÓN ADSUMUS
Estamos ante ti, Espíritu Santo,
reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero:
ven a nosotros, apóyanos,
entra en nuestros corazones.
Enséñanos el camino,
muéstranos cómo alcanzar la meta.
Impide que perdamos
el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que
la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento,
para que no dejemos que
nuestras acciones se guíen
por prejuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti,
para que no nos desviemos del camino
de la verdad y la justicia,
sino que en nuestro peregrinaje terrenal
nos esforcemos por alcanzar la vida eterna.
Esto te lo pedimos a ti,
que obras en todo tiempo y lugar,
en comunión con el Padre y el Hijo
por los siglos de los siglos. Amén.
+Fernando Valera Sanchez, Bispo de Zamora